Hola buenos días, mis querid@s lector@s, como habéis empezado la semana.

Hoy vamos hablar un poco del orgullo….

El orgullo: es una de las emociones que más fácilmente intenta anularse a nivel social. Se asocia con soberbia, con rencor o con creerse por encima de los demás. Sin embargo, esto no es real.

Sí que un extremo orgullo nos coloca en un pedestal, pero su ausencia genera complejo de inferioridad y baja autoestima.

El orgullo puede ser:

  • Positivo es necesario para sentirnos seguros y llevar una vida equilibrada, valorarnos en nuestra justa medida, situarnos en nuestra existencia y estar orgullosos de ella: esto es algo absolutamente sano. El segundo orgullo, el que nos aleja y eleva del mundo, va a ser el mejor generador y “atacador” de conflictos que podemos tener.
  •  Negativo del orgullo es definido como el exceso de estima hacia uno mismo y hacia los propios méritos, por los que la persona se cree superior a los demás. Este tipo de orgullo nos incapacita para reconocer y enmendar nuestros propios errores y pone de manifiesto la falta de humildad.

Mis primeras Preguntas de reflexión

  1. ¿Qué es el orgullo para vosotros/as?
  2. ¿ El orgullo es para vosotros/as positivo o negativo?
  3. Cuando decís yo tengo mucho orgullo; ¿Cómo os hace sentir eso?
  4. ¿De que parte de vuestro cuerpo,  sentís que viene ese orgullo?
  5. ¿Qué hay detrás, de ese orgullo?

El orgullo está relacionado con la autoestima. Cuando esta se ve dañada por algún motivo, se despierta como un chaleco antibalas. Aunque su intención sea buena, es difícil conectar con la otra persona o con uno mismo desde ese lugar, porque lo que se esconde detrás es uno de nuestros peores miedos: el rechazo a no estar a la altura, a que no nos quieran… Es una respuesta inconsciente, pero que desgraciadamente a la larga, daña mucho.

El orgulloso tiene mucha dificultad para ser flexible, para cuestionarse o para recular ante un error. La palabra perdón o el hecho de reconocer “una aparente debilidad” se le atraganta. Y desde ahí, va aguantando los días y es incapaz de ceder. Por eso, esta actitud arrogante nos hace pagar un precio elevado: la soledad. Así somos muchas veces, pero la buena noticia es que podemos salir de ello.

Lo primero que tenemos que preguntarnos:

  1. ¿Cuál es nuestro objetivo vital, tener la razón o ser felices?

Si nos obcecamos por lo primero, podremos quedarnos solos demostrando una y otra vez que el resto del mundo es el responsable de lo que nos duele. Pero desde ahí, no se avanza y encima, nos quedamos peor. Por ello, no es una decisión precisamente práctica. La mejor inteligencia es aquella que nos ayuda a tomar decisiones adecuadas y a veces, es preferible pasar un momento en el que te escuece una palabra (como pedir perdón o reconocer un error) que tirarte los días aguantando por orgullo.

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