Se trata del Modelo OSAR que debe su nombre a la sigla que describe sus componentes: Observador, Sistema, Acción y Resultados. Pero además hace un juego con la palabra osadía como una actitud a tener siempre presenta al momento de perseguir sueños, ideales y aspiraciones.
Todo resultado depende de dos factores: el entorno y las acciones que lo generan. Parece obvio pero muchas veces se nos olvida, que nuestros resultados dependen de nuestras acciones. Si al evaluar un resultado nos sorprendemos, decepcionamos o simplemente no logramos lo que queríamos alcanzar, la primera clave para modificarlo podemos encontrarla en la acción. Si el resultado no es el esperado, es necesario modificar la acción que lo generó, ya sea nuestra o de otro.
No podemos esperar resultados diferentes con las mismas acciones. La única manera de que cambie el resultado actuando de igual forma es que los demás cambian su comportamiento o que cambie el entorno.
El principio de la locura es creer que haciendo lo mismo obtendremos resultados diferentes”
1. Cambios en la acción:
¿Qué he hecho o qué he dejado de hacer? ¿Qué hacen otros que sí obtienen los resultados que yo quiero?
Es un aprendizaje de primer orden, solo tengo que cambiar lo que hago, mis hábitos, mis acciones. Es una aprendizaje suficiente en muchas ocasiones, pero también es limitado.
2. Cambios en el observador:
Este es un aprendizaje de segundo orden, es necesario un cambio en el observador (yo) para que cambie la acción y por lo tanto el resultado. Aún así algunos cambios en mí mismo son más superficiales que otros.
- Cambios de conocimientos o capacidades: ¿Qué tengo que aprender para poder obtener otros resultados? ¿Qué capacidades tengo que desarrollar? ¿Cambia el observador? Sí, pero es un cambio poco profundo, que podríamos llamar cosmético, en mis conocimiento o capacidades.
- Cambios transformacionales: cuando el aprendizaje llega al núcleo del aprendedor, tras el cambio, soy una persona distinta que observa el mundo de otra manera. Es decir, este cambio que es el más profundo, se produce en nuestras creencias, nuestros valores e incluso en nuestra propia identidad.
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